miércoles, 30 de julio de 2008

Yo también tengo letras para compartir

No sé si alguno de ustedes perdió el tiempo, en el que se supone que debemos estar trabajando para llevar adelante el nuevo Plan Nuclear, en leer los mails mandados por Relaciones Públicas de la Institución titulados “Letras para Compartir”.

Al principio pensé que era una cargada, pero no, parece que los mandan en serio y con buenas intenciones (si es que queda algo de buenas intenciones dentro de CNEA).

El primer cuento que mandaron se llama “El águila que nunca fue”, básicamente se trata de un águila que se cree gallina y plantea un ejercicio muy interesante: tratar de descubrir el águila que llevamos dentro (y no me refiero al chocolate). Ahora yo le propondría a la gente de RR. PP. que hable urgentemente con la de RR. HH. y Presidencia ya que son ellos los que se empeñan en seguir tratando a una gran parte de los trabajadores como precarizados. Sea la modalidad que sea, hace rato que B.C. y M. nos dimos cuenta de que somos TRABAJADORES de esta Comisión, y hace rato (por no decir desde siempre) que no nos tratan como tales. Bastante pasó desde que nos dimos cuenta y, sin embargo, por más reclamos que hacemos, seguimos siendo tratados como gallinas. Cuidado, ya sabemos lo que somos y estamos dispuesto a demostrarlo, mal que le pese a nuestra Presidenta y al Ministro De Vido.

“La ranita sorda”, el segundo cuento enviado por RR.PP., tampoco tiene desperdicio. Habla del apoyo necesario de los pares. Se ve que muchos de los de planta permanente no lo leyeron, ya que viven para quejarse de nuestros reclamos y cada vez nos dan más motivos para irnos de esta “casa”. Pocos son los que apoyan nuestros reclamos y nos desaniman cada vez más.

El tercero, “Vuela”, comenta que las ratas no resisten grandes alturas. Evidentemente este cuento no se basa en la realidad de la CNEA, ya que sabemos qué cargos ocupan las ratas. Sin embargo, B.C.y M. estamos volando cada vez más alto en exigencia de nuestros derechos, de lo que por Ley nos corresponde.

Por último, “La culpa es de la Vaca”, (no, no hace alusión a ninguna mujer de CNEA), nos trasmite que en toda cadena productiva la culpa es del que está más abajo. En este caso estoy de acuerdo. Hago un mea culpa, la culpa de estar precarizada es sólo mía. Acá los directivos de la CNEA no tienen nada que ver. Fui yo la que acepté estas condiciones laborales, a sabiendas de que se estaban cagando en mis derechos como empleada. Cuac.

Agradezco a la gente de Relaciones Públicas por tirarme en la cara todas estas verdades. Sin ellos seguro que no nos dábamos cuenta.

miércoles, 25 de junio de 2008

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